viernes, 3 de julio de 2015

Entrevista a S.E. Mor Nicolaos Matti, vicario de la Iglesia Siro-ortodoxa para España


La iglesia de San Ginés, en Arrecife, acogió a principios de marzo una misa oficiada por el arzobispo responsable de la Iglesia siriaca ortodoxa de Antioquía en España, Nicolás Matti. Nacido en Mesopotamia, el arameo es su lengua madre, aunque también habla árabe, inglés, griego y español. Argentina, donde conoció al actual Papa Francisco, fue su anterior destino. Un coche bomba en Siria mató hace apenas dos meses a un sobrino al que le faltaba poco para convertirse en ingeniero.

¿Cómo describiría la experiencia que compartió con los feligreses de la parroquia de San Ginés hace unos días?

Ha sido una experiencia nueva y satisfactoria para mí. La gente canaria que conocí es muy hospitalaria, amable, creyente y le gusta ayudar a los demás. La doctora Hind Barsoom, feligresa, me invitó a oficiar una misa por el primer aniversario del fallecimiento de su madre. El padre Miguel Hernández, párroco de San Ginés, accedió a que pudiera oficiar la misma en el templo. La Iglesia ortodoxa tiene buena relación con la católica, ambas son hermanas. Oficié la primera misa en la historia de Lanzarote por el rito de la Iglesia siriaca (Siria tomó su nombre de nosotros) ortodoxa en español, arameo (la lengua de Jesucristo) y en árabe. Quien diga que el arameo es una lengua muerta se equivoca. Si tengo oportunidad de enseñarla en España, lo haré.

¿Cuántos fieles tiene la comunidad siriaca ortodoxa que usted representa en España?

Acojo a los cristianos inmigrantes para que no pierdan su cultura ni religión. Aún no le puedo decir una cifra, pues estamos haciendo un censo. Solo en Madrid, tenemos más de 40 familias. Estamos buscando uno por uno en España, como la Iglesia a su rebaño.

Usted es sirio. ¿Qué le llevó a salir de su país?

Salí de Siria en 2004 porque me nombraron arzobispo en Argentina. Luego, como conozco el español, el patriarca me envió a España como vicario patriarcal. Vivo en Madrid desde hace cinco meses.

Mientras vivió en Argentina, ¿tuvo oportunidad de conocer al entonces obispo y cardenal Bergoglio, actual papa Francisco?

Sí. Coincidimos varias veces en las reuniones en Buenos Aires de los consejos de obispos de toda Argentina.

¿Qué destacaría de su faceta humana y religiosa?

Es una persona amable, muy humilde y espiritual. No le importan las cosas materiales de la vida. Cuando me encontré con él la primera vez hace diez años en Argentina me recibió cuando era cardenal de Buenos Aires. Me miró y puso su mano sobre mi hombro y me dijo: "La Iglesia que tiene jóvenes como tú que llegan a ser obispos, es una Iglesia que va a permanecer viva siempre". Eso no lo olvidaré nunca. Es un hombre que quiere salvar las almas y espíritus de su rebaño y de todo el mundo. Rezamos para que Dios le fortalezca y pueda llevar y seguir el camino de Jesús y la paz a todo el mundo.

El Papa ha condenado en varias ocasiones las persecuciones a los cristianos en países como Irak o Siria. ¿Qué puede hacer Su Santidad, más allá de expresar su repulsa, para intentar frenar los ataques a los cristianos?

Él solo no puede hacer nada. Contribuye a hacer fuerzas entre todos para que llegue la paz especialmente a esas zonas y a todo el mundo en general. Una mano sola no hace nada y si otros países no lo ayudan, no puede hacer nada. Como cristianos y hombres espirituales tenemos la esperanza con los rezos y la unión de los feligreses de rogarle al Señor para que nos ayude. Tenemos esperanza de que si no llega la paz exterior, al menos llegue la interior para salvar la vida de los seres humanos en esa zona de guerra.

¿Cómo puede llegar esa paz interior de la que usted habla a los movimientos radicales islamistas, que agravan sus ataques contra los cristianos árabes, sobre todo en Oriente Medio?

Tenemos que vivir la fe, no basta solo con decir que somos creyentes. Los seres humanos que viven ahí demuestran que no tienen miedo a la muerte y están haciendo lo que dijo Jesucristo, "tengan miedo de los que pueden poner el alma y el cuerpo en el infierno, no de los que puedan matar".

El último informe de la Fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada revela que hay 200 millones de cristianos perseguidos y otros 50 sufren discriminación. ¿Por qué ocurre esto?

La Iglesia hace lo que puede a la hora de ayudar a los necesitados, pero no podemos hacer nada por impedir que la gente salga de sus países y muera en el mar cuando va a Italia o sale desde África. Nuestra labor es más que nada espiritual. Desde que empezó el cristianismo murieron muchos cristianos y durante los tres primeros siglos se mató a muchas personas por ser cristianas. En 1914 mataron armenios de la Iglesia siriaca, a más de 700.000. Nadie puede creer que el ser humano sea tan salvaje para matar a sus hermanos.

¿La violencia en Siria está relacionada con la religión?

Hay algo de esto, pero no es realmente así, porque los islamistas están matando a todos los que no aceptan su opinión.

¿Cómo vive esa situación su familia en Siria?

La gente se acostumbra a vivir con la guerra. Mi sobrino estaba estudiando ingeniería en una universidad de la provincia de Homs y le quedaban dos asignaturas para terminar su carrera cuando salió de clase y bombardearon un coche que lo mató junto a otros siete compañeros. Esto ocurrió hace cincuenta días.

¿Cómo afrontó usted esta noticia tan brutal?

Hice una misa en Madrid al tercer día de su fallecimiento y rezamos en su memoria. En la homilía dije que Jesús nos enseñó a perdonar a todos, como él hizo con los que le crucificaron. Rezamos para que Dios ilumine las mentes de los que mataron al hijo de mi hermana porque no se puede matar por matar. Eso solo lo pueden hacer los animales para comer. Nosotros perdonamos a esa gente y cada día pido el perdón por ellos.

¿Confía en que algún día se viva en paz en el mundo?

Si leemos el Evangelio según San Mateo, tenemos que saber lo que dijo nuestro señor Jesucristo, que van a haber noticias de padre contra hijos, reinos contra reinos... Estamos viviendo todo esto. La paz exterior no es solo vivir tranquilo, pues hay conflictos psicológicos y con cosas materiales. Es importante la paz interior desde la fe.


Fuente: La Provincia