lunes, 29 de junio de 2015

Entrevista al Patriarca Moran Mor Ignacio Efrén II


«Cuando vemos a los mártires, vemos que la Iglesia no es solo una, santa, católica y apostólica. En su camino por la historia, la Iglesia también es sufriente». Según Moran Mor Ignatius Aphrem II, Patriarca de Antioquía de los siro-ortodoxos, en el martirio también se revela un rasgo esencial de la naturaleza de la Iglesia.

Una connotación que se podría añadir a las del Credo, y que siempre acompaña siempre a los que viven en el mundo imitando a Cristo, como sus discípulos. Un rasgo característico que ahora vuelve a aflorar claramente en las historias de los cristianos y de las Iglesias del Medio Oriente.

También en estos días, el Patriarca Aphrem (quien el pasado 19 de junio se reunió en Roma con el Papa) se vio involucrado en las nuevas tribulaciones que afligen a su pueblo. Su última misión pastoral, que acaba de concluir, fue en Qamishli, su ciudad natal, a la que fue para encontrarse con los miles de prófugos cristianos que huyeron de la ofensiva de los yihadistas del llamado Estado Islámico en contra del cercano centro urbano de Hassakè, en la provincia siria de Jazira.

Santidad, ¿cuál es la connotación propia del martirio cristiano?

Jesús sufrió sin motivo, gratuitamente. A nosotros, que lo seguimos, nos puede suceder lo mismo. Y, cuando sucede, los cristianos no organizan reivindicaciones para protestar "contra" el martirio. Porque Jesús prometió que no nos deja solos, que no nos hace faltar el socorro de su gracia, como indican las narraciones sobre los primeros mártires y también sobre los mártires de hoy, que van hacia el martirio con el rostro alegre y con paz en el corazón. Lo dijo Cristo mismo: beatos ustedes, cuando sean perseguidos por mi causa. Los mártires no son personas derrotadas, no son discriminados que deben emanciparse de la discriminación. El martitio es un misterio de amor gratuito.

Sin embargo, muchos siguen hablando sobre el martirio como una anomalía que debe ser eliminada, o como un fenómeno social que debe ser denunciado, en contra del cual hay que movilizarse y elevar la voz...

El martirio no es un sacrificio ofrecido a Dios, como los que se ofrecían a los dioses paganos. Los mártires cristianos no buscan el martirio para demostrar su fe. Y no derraman voluntariamente la propia sangre para ganarse el favor de Dios, o cualquier otra cosa, como el Paraíso. Por ello, no hay nada más blasfemo que definir a los kamikazes suicidas como "mártires".

En el Occidente hay muchos que dicen que hay que hacer algo por los cristianos del Medio Oriente. ¿Es necesaria una intervención armada?

Para defender a los cristianos y a todos los demás, nosotros no pedimos al Occidente intervenciones militares. Sino más bien que dejen de armar y de apoyar a los grupos terroristas que destruyen nuestros países y masacran a nuestros pueblos. Si quieren ayudar, deben apoyar a los gobiernos locales, que necesitan ejércitos y fuerzas suficientes para mantener la seguridad y defender a sus respectivos pueblos de quienes los atacan. Hay que reforzar las instituciones estatales y hacer que sean estables. Por el contrario, vemos que desde el exterior se fomenta, de muchas maneras, su disolución forzada.

Antes de su reciente viaje a Europa, usted y los obispos de la Iglesia siro-ortodoxa se reunieron con el presidente Assad. ¿Qué les dijo?

El presidente Assad nos exhortó a hacer lo posible para que los cristianos no se vayan de Siria. "Sé que sufren", dijo, "pero, por favor, no abandonen esta tierra, que es su tierra desde hace milenios, desde antes de que llegara el Islam". Nos dijo que cuando haya que reconstruir al país devastado se necesitará la presencia de los cristianos.
¿Assad les pidió que llevaran algún mensaje al Papa?

Nos dijo que pidiéramos al Papa y a la Santa Sede, con su diplomacia y con su red de relaciones, que ayuden a los gobiernos a comprender lo que está sucediendo verdaderamente en Siria.

Algunos círculos occidentales acusan a los cristianos de Oriente de haberse sometido a los regímenes autoritarios...

Nosotros no estamos sometidos a Asad ni a los llamados gobiernos autoritarios. Nosotros, simplemente, reconocemos a los gobiernos legítimos. La mayor parte de los ciudadanos sirios apoya al gobierno de Asad, y siempre lo ha apoyado. Nosotros reconocemos a los gobernantes legítimos, y rezamos por ellos, como nos enseña el Nuevo Testamento. Y después vemos que del otro lado no hay una oposición democrática, sino solo grupos extremistas. Sobre todo, vemos que en los últimos años estos grupos han utilizado una ideología que viene de fuera, traída por predicadores del odio apoyados por Arabia Saudita, Qatar o Egipto. Son grupos que reciben armas también a través de Turquía, como hemos visto incluso en los medios.

Pero, ¿qué es verdaderamente el llamado Estado Islámico? ¿Es el verdadero rostro del Islam, o se trata de una entidad artificial que responde a juegos de poder?

El Estado Islámico (Daesh) no es el Islam que hemos conocido y con el que hemos convivido durante cientos de años. Hay fuerzas que lo alimentan con armas y dinero, porque sirve para usarlo en esa que Papa Francisco llamó la "guerra en pedacitos". Pero todo esto también se sirve de una ideología religiosa aberrante, que dice seguir El Corán. Y puede hacerlo porque en el Islam no existe una estructura de autoridad que tenga la fuerza para ofrecer una interpretación auténtica de El Corán y alejar con autoridad a estos predicadores del odio. Cada predicador puede ofrecer la propia interpretación literal incluso de cada uno de los versículos que parecen justificar la violencia, y, con esta base, emanar "fatwas" sin ser contradicho o desmentido por alguna autoridad superior.

Usted habló sobre Turquía. Las autoridades turcas presionan para que vuelva a su territorio la sede del Patriarcado siro-ortodoxo, que durante algunos siglos se encontraba cerca de Mardin. ¿Cómo responderán?

Nuestro Patriarcado lleva el título de Antioquía. Y cuando surgió, Antioquí formaba parte de Siria. Era la capital de la Siria de entonces. Nuestras antiguas Iglesias en Turquía, para nosotros, tienen un gran valor histórico, pero estamos y nos quedaremos en Damasco, que es la capital de la Siria de hoy. Es una decisión libre, y ninguna presión de ningún gobierno o partido político podrá cambiarla. Dimos el nombre a la tierra que toadvía hoy se llama Siria. Y no nos iremos.

¿Cuáles son los efectos que tienen en las relaciones ecuménicas entre las diferentes Iglesias los sufrimientos que vive el conjunto de los cristianos en el Medio Oriente?

Los que matan a los cristianos no distinguen entre católicos, ortodoxos o protestantes. Siempre lo repite Papa Francisco, cuando habla sobre el ecumenismo de la sangre. Esto cambia las cosas. Vivir juntos en estas situaciones tiene el efecto de acercarnos, de hacernos descubrir la fuente de nuestra unidad. Los pastores se encuentran como hermanos en la misma fe, y pueden tomar juntos decisiones importantes. Por ejemplo, será importante lograr decidir una fecha común para celebrar la Pascua. Y, ante las tribulaciones del pueblo de Dios, que sufrimos juntos, los contrastes sobre las cuestiones de poder eclesiástico se revelan irrelevantes.

¿Qué falta para vivir la plena comunión sacramental?

Debemos confesar juntos la misma fe y aclarar antes los puntos doctrinales y teológicos en los que todavía hay algunas diferencias. Pero, debo decir que en este punto los cristianos sirios hemos ya recorrido mucho camino, porque ya existe el acuerdo de una hospitalidad recíproca entre los sirios ortodoxos y los sirios católicos. Cuando un fiel no puede participar en la liturgia o recibir los sacramentos en la propia Iglesia, puede participar en la liturgia en los lugares de culto de la otra Iglesia. Y puede acercarse incluso a la Eucaristía.

Usted participó en un congreso que hace poco organizó la Comunidad de Sant'Egidio en Roma, sobre el Sayfo, el genocidio de los cristianos sirios y de los armenios perpetrado por los Jóvenes Turcos. ¿Por qué es tan importante recordar esa historia tan dolorosa?

En Qamishli, cuando yo era un niño, siempre iba por la tarde a la Iglesia una hora antes de la oración. Me sentaba entre los ancianos y escuchaba sus historias. Muchos de ellos habían escapado del Sayfo. Hablaban de familias laceradas, de niños arrancados a sus padres y encomendados a musulmanes. Veía que, para ellos, hablar de estas historias terribles era también una manera para librarse de ese mal que oprimía sus corazones. Pero durante mucho tiempo no fue posible hablar públicamente de ello. En los últimos años, cuando las Iglesias comenzaron a conmemorar públicamente aquellos eventos trágicos, muchas personas pudieron escuchar historias que estaban encerradas en la memoria familiar como si fuera un tabú, como algo que no se podía nombrar. Y, para ellos, fue una especie de liberación. Como Iglesias, cuando hablamos del Sayfo, no perseguimos más objetivos que el de favorecer esta reconciliación interior. Y nuestros amigos turcos tendrán que entenderlo tarde o temprano: recordar aquellos hechos no es un pretexto para ir en su contra, sino que puede ayudar para comprender mejor el pasado y reconciliarse con él.


viernes, 19 de junio de 2015

La Iglesia Siro-ortodoxa de Antioquía, Iglesia de mártires


Siguiendo la tradición instaurada en 1971 por el Patriarca Sirio-Ortodoxo de Antioquía y de todo Oriente, Mor Ignatius Jacob III y el beato Pablo VI, el Papa Francisco ha acogido esta mañana en el Vaticano al Patriarca Mor Ignatius Aphremm III, acompañado de una delegación sirio-ortodoxa y ha recordado que aquel primer encuentro fue el comienzo consciente de una “peregrinación santa” hacia la plena comunión entre ambas Iglesias.

Francisco ha mencionado también la Declaración Conjunta sobre la profesión común de fe en el misterio del Verbo encarnado, verdadero Dios y verdadero hombre, firmada en aquel año por el Patriarca y el Papa, que sentó las bases para un camino hacia la unidad de los discípulos .Posteriormente, las reuniones entre el Patriarca Mor Ignatius Zakka Iwas y san Juan Pablo II, primero en Roma y luego en Damasco, representaron pasos importantes para la colaboración pastoral concreta por el bien de los fieles.

”¡Cuántas cosas han cambiado desde aquellos primeros encuentros! -exclamó el Obispo de Roma- La suya, Santidad -dijo dirigiéndose al Patriarca- es una Iglesia de mártires desde el principio y lo sigue siendo hoy en día, en Medio Oriente, donde, junto con otras comunidades cristianas y de otras minorías, padece el terrible sufrimiento causado por la guerra, la violencia y la persecución . ¡Cuánto dolor! ¡Cuántas víctimas inocentes! Frente a todo ello parece que los poderosos de este mundo sean incapaces de encontrar soluciones”.

”Recemos juntos por las víctimas de esta violencia brutal y de todas las situaciones de guerra en el mundo. Un recuerdo especial va al Metropolitano Mor Gregorios Ibrahim y al metropolitano de la Iglesia Ortodoxa Griega Paul Yazigi, secuestrados al mismo tiempo hace ya dos años. Recordemos también a algunos sacerdotes y a muchas personas, de diferentes grupos, privadas de su libertad. Y pidamos al Señor la gracia de estar siempre dispuestos a perdonar y de ser artífices de reconciliación y de paz. Esto es lo que anima el testimonio de los mártires. La sangre de los mártires es semilla de la unidad de la Iglesia e instrumento de edificación del reino de Dios, que es reino de paz y justicia”.

”Santidad, queridos hermanos, en este momento de tensión y el dolor -concluyó el Papa- reforcemos aún más los lazos de amistad y fraternidad entre la Iglesia católica y la Iglesia sirio-ortodoxa. Apresuremos nuestros pasos en el camino común, manteniendo los ojos fijos en el día en que podamos celebrar nuestra pertenencia a la única Iglesia de Cristo alrededor del mismo altar de sacrificio y alabanza.Intercambiemos los tesoros de nuestras tradiciones como dones espirituales, porque lo que nos une es muy superior a lo que nos divide”.

Después de la audiencia el Papa y el Patriarca fueron juntos a rezar a la capilla Redemptoris Mater.